Cuarto día.
No he podido sacarte ninguna palabra. Solo me
ves fijamente desde tu vestido rojo, con una rosa igual, que se pierde en él. Tus
manos suben lentamente y la flores aparece al encontrar tu cuello desaparece de
nuevo en tus labios. Morderás uno de los pétalos. Te acercaras. Me darás la
rosa y luego me ofrecerás el pétalo invisible. Te lo arrancare con los dientes.
Algo me dirá que tal vez mañana, quien sabe. En el fondo de todos tus aromas reconoceré
aquel que es origen y motivo. Tú parecerás darte cuenta. Sacaras de tu bolsa
una cinta roja. Me vendaras lo ojos y pedirás que no los cierre. Así el rojo
inundara mi vista. Me tomaras de la mano y me guiaras por la casa.
Entre los dos, solo el silencio. En el comedor escogerás
algunas frutas. Luego en la cocina sacaras algo del refrigerador. Me llevaras
al patio. Entre el olor de las hojas y las flores percibiré algo de ti. Pero no
será suficiente. Abrirás los brazos. Empezara a llover. Me dejaras en medio del
patio mientras brincas entre los charcos. Sentiré el agua en tus pies. El olor
de la tierra húmeda ira cediendo al reconocer el de tu piel mojada. Sabré que
te habrás quitado el vestido y te llenaras de ese raro sol que seguirá brillando
con el aguacero.
Me llevaras de regreso al cuarto y me pedirás
que me siente. Me colocaras las manos en la espalda y las ataras. Me acercaras
una fresa. Su olor cederá al de un rojo más intenso, el de tus labios, que casi
rozaran mi nariz. Sentiré a través del aire como se humedecen con tu lengua. Luego
acercaras otro de los pétalos de la rosa. No me alimentaras. Será solo para ti.
Lo mismo la miel y el dulce de higos. Luego me acercaras un pera. Despacio la
deslizaras sin tocar mi nariz. Seguiré su contorno hasta sentir algo más áspero.
Un durazno. Mis manos temblaran al percatarse de la imitación. Sentiré que te
acercas porque casi podre tocar las especies y el azúcar del perfuma en tu
cuello. Detrás de el acercaras uno de tus senos. Podre aspirar su suavidad,
llenarme de la promesa de fuego en el rojo de tus pezones. Cuando empiece a
emocionarme te retiraras.
Una copa de vino tinto. Afrutado, intenso. Será
la antesala a la vuelta de tu perfume pero con otro fuego. Despacio, el mar,
fuego avivado por humedades demoniacas y angelicales. El olor de tu sexo será la
promesa suprema. No sabré si de salvación o condena. Pero reconoceré tu sexo y
con el vendrá la visión del futuro. Solo un instante. Poco a poco te alejaras. Desataras
mis manos. Yo no me moveré. Sentiré como tu aroma se aleja contigo, hasta que
la casa se quede vacía de ti. Después me quitare la venda.